miércoles, 20 de noviembre de 2013

El nene suspende.

  PRIMERA PARTE

  Ahora llegan las notas. La criatura de 13 años, después de ocultarlas durante una semana se decide a dar el paso y enseñarlas a los papis. El nene, que es listo donde los haya, las enseña a papi o a mami, pues sabe, en función de experiencias anteriores,  que siempre hay uno que es más blando y otro que es  más espartano. La criatura aparece en el salón como hombre/mujer marcado por el destino, como si aquello de suspender fuese un accidente catastrófico ajeno a su voluntad o ajeno a su responsabilidad. Esta situación suela ir precedida por una dramatización previa acuñada durante dos días en la que la criatura parece estar triste e incluso inapetente. Creo que a estas alturas todos hemos adivinado que toda esta puesta en escena es la puesta en funcionamiento de una mentira ; bien es verdad que es una mentira terapéutica para huir de la realidad, el castigo o la reprimenda, pero una mentira en definitiva.

  Se tiende a simplificar las causas del suspenso, pero lo que más se simplifica es interpretar porque el alumno no asume responsabilidades sobre el mismo o trata de rehuirlas. Una de las cuestiones que yo valoro sobre cualquier persona es su capacidad de asumir el fracaso o abordar responsabilidades con entereza. Los chicos no estudian y aunque saben  que todo lo que en esta vida hacemos trae algún tipo de consecuencia, ellos viven en una realidad inmediata: "ahora estoy bien, el marrón llegará más tarde..." De igual manera tanto familias como docentes simplifican cuando todo lo reducen al famoso"...es que no da un palo al agua..." La vaguería como sistema de vida no es, en principio, una opción vital para nadie; por tanto resulta absurdo ser tan simplistas.

  Avanzando en el razonamiento tenemos que preguntarnos, por tanto, que es lo que lleva a un chaval o una chavala a "no dar palo al agua". En primer lugar partimos del hecho de que a nivel social hay un problema de cultura del trabajo que se trasmite a los niños. Se dice que los españoles somos vagos; no creo que sea del todo cierto, pero lo que si nos pasa es que tenemos lo que yo denomino incapacidad ejecutora, o dicho de otra forma, nos cuesta arrancarnos. Por otro lado hay una cultura de "comodidad laboral"; hay una tendencia a que todo potencial trabajador valore, periodos de descanso, horas del almuerzo, siestas y vacaciones. Y lo que es obvio y esta contrastado es nuestra falta de productividad. Ningún niño español que se le pregunte le gusta ser empresario o emprendedor, al español le gusta ser funcionario, no le importa ganar mucho y a los que les importa buscan atajos para ganar con poco esfuerzo y peor formación, pero si con mucha picaresca (así nos luce); sobre todo se aplaude al "listillo", al "espabilao" que gana sin hacer nada aunque su actuación vaya más allá de la ley o de la ética. Obviamente bajo estos parámetros culturales el adolescente que tiene que estudiar entra en la situación con escasa capacidad para ejecutar y con una incapacidad psicológica ante el esfuerzo.

  En otro orden de cosas ¿Como es posible que un chaval estudie si cuando era muy pequeño no  hemos educado su autonomía personal, haciendo que asuma responsabilidades sobre su ropa sus juguetes o sus propios alimentos? Realmente lo que hacemos es fabricar vagos; los recogemos cuando salen con sus amigos,  llevamos su ropa sucia   al canasto  y les metemos el vaso de leche en el microondas; pero claro... como no tenemos la posibilidad en muchos casos de saber trigonometría o hacer los exámenes por ellos, la criatura suspenderá porque, en definitiva, ante la falta de costumbre por no hacer nada,  espera que la divina providencia, la suerte o alguna chuleta se encargue del resto.

CONTINUARÁ